Características y evolución artística

El Renacimiento supone un nuevo orden cultural y artístico en la Europa de los siglos XV y XVI, e históricamente una transición entre la Edad Media y la Edad Moderna. No obstante, su evolución y características dependieron de las circunstancias del lugar: es el caso de España donde el auge del cristianismo, así como sus circunstancias económicas y sociales, impiden que durante el siglo XV arraigue el fenómeno Renacentista. Más concretamente, en Valencia, donde las circunstancias no eran tan desfavorables, la continuidad y dominio del gótico a lo largo del Quattrocento resulta más que evidente.

Es ya a finales del siglo XV cuando las tendencias italianas del mundo clásico empiezan a llegar a la capital del Reino de valencia, principalmente en el aspecto pictórico, que mantendría su auge a lo largo del siglo XVI en detrimento de la escultura. Estas influencias llegan en forma de artistas y obras importadas, y poco a poco sientan las bases del canon renacentista. Por tanto la escultura renacentista de concepción clásica, la inspirada en la imaginería italiana y en el retorno a las formas clásicas de la Antigüedad en la búsqueda de la belleza formal, no se introdujo en España ni con rapidez ni con facilidad.

La escultura de Valencia en todos sus ordenes es escasa a lo largo de estos siglos, y escasos son también los autores documentados que en su mayoría quedan en el anonimato, principalmente por dos motivos: en primer lugar, es al final del período gótico cuando la escultura se va independizando progresivamente del marco arquitectónico al que tradicionalmente había estado vinculada, y cuando las figuras de bulto adquieren categoría de estatua, hasta entonces relegadas a un ámbito ascético y religioso. Así, la escultura de la ciudad de Valencia se inicia con la obra de artesanos pertenecientes a los gremios, las agrupaciones por oficios nacidas en el seno de las ciudades de la baja Edad Media con el objeto de controlar el aprendizaje y el ejercicio profesional y de proteger a sus miembros. Uno de los más famoso de la ciudad será el Gremio de carpinteros de Valencia, que tendrá un gran auge a partir del siglo XVII. Paralelamente hay un surgimiento de la escultura monumental, una escultura innovadora en la ciudad de Valencia por ser de carácter público y romper, al menos temporalmente,ese vínculo a lo religioso. Estas suelen ser cruces como emblemas sacros del Cristianismo, que ya venían realizándose desde el siglo XIV, imágenes escultóricas de ángeles en distintos tipos de portadas, ya sea en madera o piedra, e incluso puentes. Sin embargo el siglo XVI transcurriría sin que se erigiera ninguna otra escultura monumental en la ciudad hasta el último tercio del siglo. Hay diversas las razones para esto: el fin de las Germanías y triunfo de la nobleza además de una fuerte centralización relegaron la importancia del consejo municipal a un segundo lugar; el movimiento contrarreformista que también acabaría plasmándose en las artes; y finalmente dos hechos de transcendencia artística que determinan la escasa importancia de la escultura valenciana del periodo: por un lado, la preferencia de la aristocracia por las obras de importación, por otro, el hecho de que Damián Forment, el único escultor relevante del pleno Renacimiento, enfrentado a los gremios de la ciudad, ejerció su actividad en tierras de Aragón.

Precisamente fue en Castilla y Aragón donde la escultura renacentista adquirió mayor protagonismo: en núcleos como Valladolid, Madrid, Zaragoza, Ávila o incluso Sevilla y Barcelona, la plástica renacentista tendría un gran aceptación y con ello, el surgimiento de escultores españoles como Bartolomé Ordoñez, Gabriel Yoli, Felipe Vigarny o Vasco de la Zarza, siendo las producciones más habituales los retablos, la imaginería de madera policromada, los relieves y la ornamentación renacentista de edificios góticos, como es el caso del estilo Plateresco. Por el contrario, en Valencia todos estas tipologías se manifestaron de forma muy tímida. Quizás el retablo sea la categoría predominante, permaneciendo todavía fieles a la tradición gótica donde predomina la pintura.

Destacan ciertas obras de importación, sobre todo las enfocadas a un estilo más cortesano, mitológico, y obras de artistas de renombre no valencianos, como la Resurrección de la Capilla de Trasaltar de Bartolomé Ordoñez. Cabe mencionar que el artista valenciano Damián Forment tuvo una una importancia capital en el desarrollo del Renacimiento en Aragón.

Retablo de la Purísima concepción

retaule_eucaristic_del_convent_de_la_puritat_museu_de_belles_arts_de_valencia

Durante su etapa valenciana (1496-1508), Damián Forment trabajó en colaboración con su padre Pablo y su hermano mayor Onofre, y llevaron a cabo el primer retablo mayor que tuvo la capilla dedicada a la Purísima Concepción en el Convento de la Puridad. Actualmente se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Valencia con la posibilidad de observalo, ya que fue sustituido a mediados del siglo XVII por otro retablo de Leonardo julio Capuz, más acorde a las tendencias barrocas del momento. Este retablo tardo-gótico es conocido popularmente como el de La Puridad. La obra pictórica es de Nicolas Falcó mientras que la imaginería es de Pablo, Damian y Onofre Forment. Se trata de un retablo con influencias aragonesa y con pinturas al óleo sobre tabla fechado entre 1500-1515. El conjunto presenta un marcado carácter eucarístico, con una policromía dominada por el dorado que contrasta con el verde y el rojo de las figuras pictóricas. En el centro de retablo, sobre una peana se sitúa la talla de la Inmaculada Concepción, y en las calles laterales se representa la Natividad de María y la Presentación en el templo junto a San Joaquín y Santa Ana.

Aunque esta obra todavía esta marcada por la tradición gótica, tiene elementos innovadores como la inclusión deliberada de pequeñas esculturas o el más elaborado diseño de los maderos, lo que marca el principio de una tendencia que irá a más en el género de los retablos, y que impulsa la carrera de su autor.

Resurrección de la Capilla de Trasaltar

imagen-grande

Ubicada en la Catedral de Valencia, en la parte del trasaltar nos encontramos con la Capilla de la Resurrección, llamada popularmente como la Coveta, obra de 1510 realizada en alabastro traslúcido y cerrada por un magnífico pórtico de alabastro de tres arcos.

La capilla-resurreccion-cxatedral-valencia-2445capilla fue donada por el papa Alejandro VI en memoria de su tío el papa Calixto III.

El diseño de la capilla se adapta perfectamente a la forma poligonal de la girola y es una gran representación del arte renacentista en la ciudad de Valencia. Pero de entre los múltiples elementos que forman el conjunto destaca el altorrelieve de la Resurrección del Señor en piedra alabastrina pulida y abrillantada de Bartolomé Ordoñez, aunque a día de hoy se sigue discutiendo su autoría. Conserva restos de policromía y del dorado que lo decoraban en su aspecto original.

En el centro del relieve vemos la figura de Cristo Resucitado saliendo del sepulcro acompañado de varios ángeles con otras figuras a los lados.

Características y evolución artística

El elemento definitorio del barroco español es el profundo realismo. Su plástica es teatral y majestuosa, a la par que didáctica, y permitía a los fieles experimentar la sensación de que, al participar en el culto, participaban también de la divinidad. En España, donde prima por en cima de todo la temática religiosa, se hará de la escultura y en general del arte, un vehículo para unificar la doctrina cristiana. En Valencia, la escultura recibe las influencias de Italia, al igual que la arquitectura, y se desarrolla en fachadas, retablos, estatuaria y monumentos públicos de carácter diverso.

De las características generales de la escultura, destacan el naturalismo, representando las imágenes de forma realista en contraposición al idealismo del periodo estilístico anterior, y dotándolas de gran expresividad, particularmente en los rostros y gestos; y los esquemas compositivos, dando especial importancia al movimiento para conseguir el mayor dinamismo posible, con lo que se evitan las simetrías y se utilizan conceptos como la línea helicoidal para aportar tensión y suavidad a las formas. Todo ello unido a la progresiva unifacialidad de las esculturas que poco a poco se van alejando del manierismo (multifacialidad o varios puntos de vista), posibilita integrar la escultura junto a la pintura y arquitectura en un solo conjunto teatral, siendo ejemplo de ello los retablos o la ornamentación de edificios anteriores al periodo barroco. Hasta tal punto llega esta integración, que muchas de las obras del barroco pierden su valor si se separan del lugar para el que fueron concebidas.

En la Valencia barroca encontramos una abundante producción en escultura, siendo las tipologías más abundantes la retablística y la imaginería a lo largo de los siglos XVI y XVII. Será en el Barroco Tardío, en la segunda mitad del siglo XVII, cuando comience la rica producción escultórica del barroco perfectamente conectada con las novedades europeas, pasando por los retablos e imaginaria policromada hasta la ornamentación mediante escayola y piedra, y la escultura pública.

La escultura valenciana del siglo XVII es escasa, ya sea por las continuas destrucciones y saqueos que durante la Guerra Civil española sufrió la ciudad, o por la falta de documentación, de tal manera que a día de hoy se siguen relacionando obras desaparecidas, halladas o de autoría desconocida con diversos artistas. Cabe añadir que la tipología escultórica más afectada fueron los retablos, habiendo desaparecido gran parte de estos. Sea como sea, en este primer periodo de crisis que atraviesa la ciudad de Valencia la escultura barroca no dio muchos artistas reconocidos. Es más, se podría considerar a la escultura de la primera mitad de siglo XVII en Valencia como un arte en decadencia, hasta el punto de que hasta el último tercio del siglo XVII no volvería a erigirse en la ciudad ninguna otra estatua monumental pública, período de tiempo que coincide con la crisis económica y social que sucedió a la expulsión de los moriscos en 1609.

En este primer periodo de la primera mitad del siglo XVII, es con el escultor Gregorio Fernández, de la escuela castellana de escultura, que seguimos el rastro de la escultura barroca en Valencia. Las pocas manifestaciones de su obra en Valencia, así como la de sus aprendices, como es el caso del escultor Juan Muñoz, apuntan a un arte fuertemente influenciado por los escultores italianos. De este periodo, también destacan como grandes retablistas e imagineros Tomás Sanchis y Juan Miguel Orliens, quienes completaron la transición del Manierismo italiano al Barroco y ayudaron a introducir, junto a otros escultores extranjeros de renombre como Nicolás de Bussy o Konrad Rudolf, las nuevas influencias barrocas europeas en Valencia. Hasta las ultimas décadas del siglo XVII llega este periodo de desprendimiento de los cánones renacentistas en Valencia, en pos de un estilo propiamente barroco, siendo sus principales influencias el ya consabido estilo Italiano y el Francés, así como en todo momento la escuela Castellana.

A partir de este momento la escultura se impondrá sobre la pintura en la decoración de Iglesias. Esto supone una transformación en la tipología de los retablos, que pasaron de ser creaciones a medio camino entre la pintura y la escultura, a ser auténticos conglomerados arquitectónicos y escultóricos de influencia churrigueresca. Entre los conservados, merece citarse el retablo mayor de la iglesia de San Lorenzo, realizado por Leonardo Julio Capuz en 1683, que es una de las manifestaciones más barrocas que pueden contemplarse en la ciudad de Valencia. Por otro lado destaca la afluencia de artistas europeos a Valencia, particularmente la llegada de escultores genoveses entre los que están Daniello Solaro y Giacomo Antonio Ponsonelli, quienes dejaron su huella en la ciudad. Cabe mencionar también el renacimiento de las arquitecturas efímeras y escultura pública: arcos triunfales, estatuaria, altares y carrozas procesionales fueron las manifestaciones más comunes.

Sin embargo, en este periodo no hay mayor acontecimiento que la aparición de dinastías de artistas, que terminan por definir la escultura barroca de Valencia: los Capuz, los Vergara y los Esteve. Cronológicamente, el primero en destacar es Leonardo Julio capuz (1660-1731) , hijo del escultor genovés Julio Capuz, discípulo de José de Churriguera y uno de los escultores más afamados de Valencia. Entre sus obras destacan el retrato busto de Felipe V y el retablo mayor de la Iglesia de San Lorenzo. Su hermano Raimundo Capuz También fue un escultor importante en Madrid.

Por otro lado esta Ignacio Vergara Gimeno (1715-1776), quien es considerado como uno de los mejores escultores de la historia de Valencia. Junto con su hermano José Vergara, intervino en la fundación de la Academia de Santa Bárbara, que más tarde seria la Real Academia de Bellas artes de san Carlos de Valencia. Este hecho es transcendental en la Velencia barroca, ya que marca la línea estilística que irán adoptando todos los escultores de la ciudad: el Academicismo. De entre estos escultores, el más destacado será José Esteve Bonet (1741-1802) que fue aprendiz de Ignacio Vergara, y uno de los primeros en introducir las tendencias Clasicistas, considerándosele como uno de los precursores del Neoclasicismo en la ciudad, no obstante su obra continúa dentro de los márgenes del Barroco. Señalar que fueron los artistas vinculados a la Academia de las Bellas Artes de San Carlos quienes se fijaron en las influencias italianas y sobretodo francesas del barroco clasicista que ya empezaba a dejar atrás al Rococó

Portada del Palacio del Marques de las dos Aguas

El palacio del Marques de las dos Aguas es un edificio representativo de Valencia que fue la antigua residencia de los Marqueses de dos Aguas, siendo en su origen un edificio de época gótica. Actualmente es producto de las sucesivas reformas que ha sufrido a lo largo del tiempo. La primera y más radical fue llevada a cabo en la década de 1740 en un acusado estilo Rococó. Los tres artífices principales de la reforma fueron el pintor Hipólito Rovira Meri, el decorador Luis Domingo y el escultor Ignacio Vergara Gimeno.

Entrando al edificio, de planta cuadrangular irregular y organizado en torno a un patio, sus fachadas se alzan sobre una planta baja y en dos alturas, y en un lateral se abre la puerta principal, realizada en alabastro por Ignacio Vergara a partir del diseño de Hipólito Rovira.

En la composición de esta magnifica portada realizada hacia 1745 se distinguen dos cuerpos separados por una sin-titulotytytytytytytytytycornisa mixtilínea. En el primer cuerpo se hace referencia a diversos vicios y virtudes, entre los que destacan los dos ríos mas caudalosos de la comunidad valenciana: el Turia y el Júcar, representados por dos grandes figuras humanas desnudas o atlantes; bajo ellas dos cántaros derraman agua en clara alusión al título de los marqueses. En la parte derecha de la portada vemos representadas dos cabezas de cocodrilo, un carcaj con flechas y una vasija por cuya boca se derrama el agua. Sobre este conjunto una de las dos grandes figuras antes aludidas y más arriba decoración de hiedra a cuyo tronco se enrosca una serpiente. En el lado izquierdo, un león recostado, otra vasija derramando agua y otro carcaj con flechas. Sobre el lomo del león descansa el pie del otro gigante. Completa el conjunto diversa decoración de tipo vegetal y una palmera.

En el dintel de la puerta esta el escudo de los marqueses, el escudo de los Rabassa Perellós y sus diversos entronques nobiliarios mientras que dos figuras rodean o protegen el escudo.

En el cuerpo superior, en una hornacina, esta la imagen a tamaño natural de la Virgen del Rosario, elegida como patrona por la Casa de Dos Aguas. A los pies de la Virgen dos matronas arrodilladas una de ellas con una cornucopia de la que se derraman frutos (alegoría de la Agricultura y la Prosperidad) y la otra con una vasija a sus pies de la que salen monedas (alegoría de la Justicia y la Magnanimidad). Flanquean a la Virgen del Rosario dos pares de sirenas aladas de pequeño tamaño. En toda la portada se desprende la desbordante voluptuosidad del estilo rococó. La Virgen del Rosario era una muetra de la imagineria policromada de Ignacio Vergara, pero ésta desapareció y la que ahora vemos es una copia en yeso realizada en 1866 por Francisco Molineli Cano. La hornacina tiene una tapa que permite la ocultación de la imagen: cuando los marqueses se encontraban fuera de palacio la imagen de la Virgen se encontraba oculta y cuando si lo estaban, la imagen aparecía descubierta a la vista de la gente.

El retablo mayor de la Iglesia de San Lorenzo

Sin título.png

El Retablo Mayor de la Iglesia de San Lorenzo fue realizado hacia 1683 por Leonardo Julio Capuz a partir del diseño de Tomás Vergara. En este retablo barroco ocupaba el espacio
central una imagen de San Lorenzo con la palma del martirio, al que le acompañaban la Purísima Concepción, San Vicente Mártir, San Blás, San Orencio y Santa Paciencia (padres de San Lorenzo). Si bien todas estas imágenes desaparecieron en la Guerra Civil, el retablo que pudo salvarse. Según se cuenta el retablo una vez saqueado y despojado de sus imágenes iba a ser destruido, pero el padre de Vicente García Tamarit fundador de la Casa de los Caramelos, que era carpintero, convenció a los milicianos de que la madera del retablo era muy buena y que él se encargaría de ir desmontándolo poco a poco, aunque nunca lo hizo.

Actualmente, los restos del retablo realizado en madera dorada, lo prvirgen-del-rosario-san-lorenzoeside una figura barroca del siglo XVII representando a San Lorenzo. Flanquean al santo una imagen de San Luis Obispo y otra del Beato Nicolás factor, ambas obras de José María Pansoda realizadas en 1952. Es destacable la decoración barroca de este Retablo Mayor, con la presencia de seis grandes columnas salomónicas con cepas y amorcillos enroscadas en su fuste. En el último nivel de la composición destaca una pintura de la Purísima Concepción.

La actual talla de San Lorenzo que encontramos en el retablo procede del Convento de clarisas de Calatayud, ya que estas tenían que abandonar el convento y enterados los franciscanos de la existencia de la imagen les fue solicitada para ocupar su puesto en el retablo. A los pies del retablo y sobre una mesa, una imagen de la Virgen del Rosario, talla de Ignacio Vergara que pudo salvarse de los daños en la Guerra Civil.

San Vicente Ferrer de Ignacio Vergara.

vg09

De entre las obras realizadas por Ignacio Vergara, muchas de ellas fueron a parar a distintos puntos de España, la mayoría de temática religiosa y de imaginería, bien encargadas por la burguesía, bien por las instituciones religiosas. Una de las más destacables es la escultura de San Vicente Ferrer realizada para la ciudad de Cádiz.

Vergara la realiza repitiendo el modelo iconográfico más difundido del santo valenciano: aparece predicando con la mirada al frente mienttras señala al cielo con la mano derecha y con la izquierda sujeta un libro en alusión a sus predicaciones. Hay que señalar la naturalidad con la que la obra fue plasmada, prácticamente viva y capaz de transmitir su propio significado a aquél que la observe desde el ángulo apropiado.

Técnicamente, esta escultura realizada a tamaño inferior al natural y en madera, es una de las obras más logradas de la plástica valenciana del siglo XVIII, no obstante actualmente no reside en Valencia, sino en Cádiz. A la dinámica composición, que goza de movimiento vertical hacia arriba por la disposición de sus brazos, hay que añadir la pericia del artista en el tratamiento del hábito, así como el estudio anatómico de sus manos y su expresivo rostro, que dan una sensación de teatralidad. También son destacables la policromía, particularmente las zonas monocrómas en negro del hábito, y los elementos ornamentales.