Introducción a la Arquitectura barroca.

El Barroco llegó a Valencia en el siglo XVII como al resto del país y se trata de un movimiento artístico marcado por el influjo del Herrerianismo del escorial y la severidad localizada en los edificios religiosos, incorporando poco a poco un barroco eclesiástico y monárquico. Así lo vemos en los monasterios de San Miguel y de los Reyes.

A fines de siglo, la influencia ornamental presiona a mecenas y artistas, de modo que comienza una etapa de revestimiento de edificios góticos a veces completada con bóvedas al fresco que ayudan a la fantasía visual creada por la conjunción de todas las artes. Tal es el caso de la Iglesia de los Santos Juanes o de San Juan del Mercado. Artistas como Juan Bautista Viñes, Pérez Castiel y Juan Bautista Mínguez, que trabajan especialmente en las nuevas “Capillas de la Comunión”, como vemos en la de la Iglesia de San Nicolás o en el remate y ornamentación de las antiguas torres, campanarios góticos que, incluso se sustituyen por nuevos como el caso de la Torre de Santa Catalina.

El siglo XVIII con la llegada de la dinastía borbónica, introduce las formas propias del Rococó, que se traducen en los interiores religiosos con profusión de guirnaldas, estucos y yesos dorados creando un estilo muy colorido, a los que se le añade la azulejería de Manises, de gran tradición en Valencia desde la época medieval. Esta simbiosis artística la podemos encontrar en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar. Por otro lado, el edificio señero de esta nueva arquitectura de influencia francesa la tiene en el Palacio del Marqués de Dos Aguas.

Pero a mediados del siglo XVIII el barroco se sigue viendo en la fachada principal de la Catedral relegando el Rococó a las zonas rurales para introducir en la ciudad la producción artística “culta” como es el caso del Camarín de la Virgen de los Desamparados.

Ignacio Vergara Gimeno

Ignacio Vergara Gimeno (Valencia, 1715 – 13 de abril 1776) fue un escultor español, de estilo tardobarroco, que realizó su aprendizaje en el taller de su padre, el escultor Francisco Vergara el mayor.

Fue fundador y director general de la Academia de Santa Bárbara, posteriormente Real Academia de San Carlos y Escuela de las Nobles Artes en Valencia; y académico de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Su obra más importante es la portada del Palacio del Marqués de Dos Aguas (1744) en Valencia, cuya traza arquitectónica es de Hipólito Rovira. Otras, todas ellas en piedra, son el grupo escultórico Ángeles venerando a María de la portada de la Catedral de Valencia, las imágenes de la iglesia de las Escuelas Pías (San Joaquín, San José y el Niño y Santa Ana y la Virgen en el exterior y los cuatro evangelistas sobre el altar mayor), la imagen de San Antonio Abad de la portada de la Iglesia de San Martín y San Antonio y la imagen de San Bruno de la capilla de la Universidad de Valencia. Como imaginero en madera, destacó en la Virgen de Portacoeli de la catedral de Valencia, la de San Pedro Alcántara en el convento de San Pascual de Villarreal y las tallas de San Jerónimo y San Francisco adorando al Crucifijo.

En todas ellas se identifica con el barroco final, a veces clasificado como rococó. De fecha más tardía es la Alegoría de Carlos III acompañado de la Justicia y la Prudencia en el Palacio de Justicia de Valencia, que muestra un estilo ya más cercano al neoclasicismo.

Características y evolución artística

El elemento definitorio del barroco español es el profundo realismo. Su plástica es teatral y majestuosa, a la par que didáctica, y permitía a los fieles experimentar la sensación de que, al participar en el culto, participaban también de la divinidad. En España, donde prima por en cima de todo la temática religiosa, se hará de la escultura y en general del arte, un vehículo para unificar la doctrina cristiana. En Valencia, la escultura recibe las influencias de Italia, al igual que la arquitectura, y se desarrolla en fachadas, retablos, estatuaria y monumentos públicos de carácter diverso.

De las características generales de la escultura, destacan el naturalismo, representando las imágenes de forma realista en contraposición al idealismo del periodo estilístico anterior, y dotándolas de gran expresividad, particularmente en los rostros y gestos; y los esquemas compositivos, dando especial importancia al movimiento para conseguir el mayor dinamismo posible, con lo que se evitan las simetrías y se utilizan conceptos como la línea helicoidal para aportar tensión y suavidad a las formas. Todo ello unido a la progresiva unifacialidad de las esculturas que poco a poco se van alejando del manierismo (multifacialidad o varios puntos de vista), posibilita integrar la escultura junto a la pintura y arquitectura en un solo conjunto teatral, siendo ejemplo de ello los retablos o la ornamentación de edificios anteriores al periodo barroco. Hasta tal punto llega esta integración, que muchas de las obras del barroco pierden su valor si se separan del lugar para el que fueron concebidas.

En la Valencia barroca encontramos una abundante producción en escultura, siendo las tipologías más abundantes la retablística y la imaginería a lo largo de los siglos XVI y XVII. Será en el Barroco Tardío, en la segunda mitad del siglo XVII, cuando comience la rica producción escultórica del barroco perfectamente conectada con las novedades europeas, pasando por los retablos e imaginaria policromada hasta la ornamentación mediante escayola y piedra, y la escultura pública.

La escultura valenciana del siglo XVII es escasa, ya sea por las continuas destrucciones y saqueos que durante la Guerra Civil española sufrió la ciudad, o por la falta de documentación, de tal manera que a día de hoy se siguen relacionando obras desaparecidas, halladas o de autoría desconocida con diversos artistas. Cabe añadir que la tipología escultórica más afectada fueron los retablos, habiendo desaparecido gran parte de estos. Sea como sea, en este primer periodo de crisis que atraviesa la ciudad de Valencia la escultura barroca no dio muchos artistas reconocidos. Es más, se podría considerar a la escultura de la primera mitad de siglo XVII en Valencia como un arte en decadencia, hasta el punto de que hasta el último tercio del siglo XVII no volvería a erigirse en la ciudad ninguna otra estatua monumental pública, período de tiempo que coincide con la crisis económica y social que sucedió a la expulsión de los moriscos en 1609.

En este primer periodo de la primera mitad del siglo XVII, es con el escultor Gregorio Fernández, de la escuela castellana de escultura, que seguimos el rastro de la escultura barroca en Valencia. Las pocas manifestaciones de su obra en Valencia, así como la de sus aprendices, como es el caso del escultor Juan Muñoz, apuntan a un arte fuertemente influenciado por los escultores italianos. De este periodo, también destacan como grandes retablistas e imagineros Tomás Sanchis y Juan Miguel Orliens, quienes completaron la transición del Manierismo italiano al Barroco y ayudaron a introducir, junto a otros escultores extranjeros de renombre como Nicolás de Bussy o Konrad Rudolf, las nuevas influencias barrocas europeas en Valencia. Hasta las ultimas décadas del siglo XVII llega este periodo de desprendimiento de los cánones renacentistas en Valencia, en pos de un estilo propiamente barroco, siendo sus principales influencias el ya consabido estilo Italiano y el Francés, así como en todo momento la escuela Castellana.

A partir de este momento la escultura se impondrá sobre la pintura en la decoración de Iglesias. Esto supone una transformación en la tipología de los retablos, que pasaron de ser creaciones a medio camino entre la pintura y la escultura, a ser auténticos conglomerados arquitectónicos y escultóricos de influencia churrigueresca. Entre los conservados, merece citarse el retablo mayor de la iglesia de San Lorenzo, realizado por Leonardo Julio Capuz en 1683, que es una de las manifestaciones más barrocas que pueden contemplarse en la ciudad de Valencia. Por otro lado destaca la afluencia de artistas europeos a Valencia, particularmente la llegada de escultores genoveses entre los que están Daniello Solaro y Giacomo Antonio Ponsonelli, quienes dejaron su huella en la ciudad. Cabe mencionar también el renacimiento de las arquitecturas efímeras y escultura pública: arcos triunfales, estatuaria, altares y carrozas procesionales fueron las manifestaciones más comunes.

Sin embargo, en este periodo no hay mayor acontecimiento que la aparición de dinastías de artistas, que terminan por definir la escultura barroca de Valencia: los Capuz, los Vergara y los Esteve. Cronológicamente, el primero en destacar es Leonardo Julio capuz (1660-1731) , hijo del escultor genovés Julio Capuz, discípulo de José de Churriguera y uno de los escultores más afamados de Valencia. Entre sus obras destacan el retrato busto de Felipe V y el retablo mayor de la Iglesia de San Lorenzo. Su hermano Raimundo Capuz También fue un escultor importante en Madrid.

Por otro lado esta Ignacio Vergara Gimeno (1715-1776), quien es considerado como uno de los mejores escultores de la historia de Valencia. Junto con su hermano José Vergara, intervino en la fundación de la Academia de Santa Bárbara, que más tarde seria la Real Academia de Bellas artes de san Carlos de Valencia. Este hecho es transcendental en la Velencia barroca, ya que marca la línea estilística que irán adoptando todos los escultores de la ciudad: el Academicismo. De entre estos escultores, el más destacado será José Esteve Bonet (1741-1802) que fue aprendiz de Ignacio Vergara, y uno de los primeros en introducir las tendencias Clasicistas, considerándosele como uno de los precursores del Neoclasicismo en la ciudad, no obstante su obra continúa dentro de los márgenes del Barroco. Señalar que fueron los artistas vinculados a la Academia de las Bellas Artes de San Carlos quienes se fijaron en las influencias italianas y sobretodo francesas del barroco clasicista que ya empezaba a dejar atrás al Rococó

Portada del Palacio del Marques de las dos Aguas

El palacio del Marques de las dos Aguas es un edificio representativo de Valencia que fue la antigua residencia de los Marqueses de dos Aguas, siendo en su origen un edificio de época gótica. Actualmente es producto de las sucesivas reformas que ha sufrido a lo largo del tiempo. La primera y más radical fue llevada a cabo en la década de 1740 en un acusado estilo Rococó. Los tres artífices principales de la reforma fueron el pintor Hipólito Rovira Meri, el decorador Luis Domingo y el escultor Ignacio Vergara Gimeno.

Entrando al edificio, de planta cuadrangular irregular y organizado en torno a un patio, sus fachadas se alzan sobre una planta baja y en dos alturas, y en un lateral se abre la puerta principal, realizada en alabastro por Ignacio Vergara a partir del diseño de Hipólito Rovira.

En la composición de esta magnifica portada realizada hacia 1745 se distinguen dos cuerpos separados por una sin-titulotytytytytytytytytycornisa mixtilínea. En el primer cuerpo se hace referencia a diversos vicios y virtudes, entre los que destacan los dos ríos mas caudalosos de la comunidad valenciana: el Turia y el Júcar, representados por dos grandes figuras humanas desnudas o atlantes; bajo ellas dos cántaros derraman agua en clara alusión al título de los marqueses. En la parte derecha de la portada vemos representadas dos cabezas de cocodrilo, un carcaj con flechas y una vasija por cuya boca se derrama el agua. Sobre este conjunto una de las dos grandes figuras antes aludidas y más arriba decoración de hiedra a cuyo tronco se enrosca una serpiente. En el lado izquierdo, un león recostado, otra vasija derramando agua y otro carcaj con flechas. Sobre el lomo del león descansa el pie del otro gigante. Completa el conjunto diversa decoración de tipo vegetal y una palmera.

En el dintel de la puerta esta el escudo de los marqueses, el escudo de los Rabassa Perellós y sus diversos entronques nobiliarios mientras que dos figuras rodean o protegen el escudo.

En el cuerpo superior, en una hornacina, esta la imagen a tamaño natural de la Virgen del Rosario, elegida como patrona por la Casa de Dos Aguas. A los pies de la Virgen dos matronas arrodilladas una de ellas con una cornucopia de la que se derraman frutos (alegoría de la Agricultura y la Prosperidad) y la otra con una vasija a sus pies de la que salen monedas (alegoría de la Justicia y la Magnanimidad). Flanquean a la Virgen del Rosario dos pares de sirenas aladas de pequeño tamaño. En toda la portada se desprende la desbordante voluptuosidad del estilo rococó. La Virgen del Rosario era una muetra de la imagineria policromada de Ignacio Vergara, pero ésta desapareció y la que ahora vemos es una copia en yeso realizada en 1866 por Francisco Molineli Cano. La hornacina tiene una tapa que permite la ocultación de la imagen: cuando los marqueses se encontraban fuera de palacio la imagen de la Virgen se encontraba oculta y cuando si lo estaban, la imagen aparecía descubierta a la vista de la gente.

Puerta de los Hierros

Puerta principal de la Catedral de Valencia, también conocida por el nombre de “Puerta de los Hierros” por la reja semicircular que la protege. En 1703 se decidió eliminar la primitiva, (hoy desconocida) y construir la actual. El proyecto hubo de retrasarse hasta 1713 en qcatedral_de_valencia_valencia_espana_2014-06-30_dd_144ue fue retomado por Francisco Stolf y Francisco Vergara. Es un alarde de virtuosismo arquitectónico al incorporarle un forzado movimiento cóncavo con el que colabora una espléndida variedad escultórica.

El arquitecto Konrad Rudolf siguió estéticamente a Bernini y salvó el problema compositivo de un espacio escaso y la cercanía del enorme campanario del Miguelete. Escultores como los Vergara culminaron el proyecto y, desde el agitado grupo de ángeles que rodea el anagrama de María, hasta la apoteósica Asunción del tercer cuerpo, Santos y Papas valencianos asisten desde sus difíciles pedestales y hornacinas al triunfo de la Virgen y la Iglesia Valenciana.