Introducción a la Arquitectura barroca.

El Barroco llegó a Valencia en el siglo XVII como al resto del país y se trata de un movimiento artístico marcado por el influjo del Herrerianismo del escorial y la severidad localizada en los edificios religiosos, incorporando poco a poco un barroco eclesiástico y monárquico. Así lo vemos en los monasterios de San Miguel y de los Reyes.

A fines de siglo, la influencia ornamental presiona a mecenas y artistas, de modo que comienza una etapa de revestimiento de edificios góticos a veces completada con bóvedas al fresco que ayudan a la fantasía visual creada por la conjunción de todas las artes. Tal es el caso de la Iglesia de los Santos Juanes o de San Juan del Mercado. Artistas como Juan Bautista Viñes, Pérez Castiel y Juan Bautista Mínguez, que trabajan especialmente en las nuevas “Capillas de la Comunión”, como vemos en la de la Iglesia de San Nicolás o en el remate y ornamentación de las antiguas torres, campanarios góticos que, incluso se sustituyen por nuevos como el caso de la Torre de Santa Catalina.

El siglo XVIII con la llegada de la dinastía borbónica, introduce las formas propias del Rococó, que se traducen en los interiores religiosos con profusión de guirnaldas, estucos y yesos dorados creando un estilo muy colorido, a los que se le añade la azulejería de Manises, de gran tradición en Valencia desde la época medieval. Esta simbiosis artística la podemos encontrar en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar. Por otro lado, el edificio señero de esta nueva arquitectura de influencia francesa la tiene en el Palacio del Marqués de Dos Aguas.

Pero a mediados del siglo XVIII el barroco se sigue viendo en la fachada principal de la Catedral relegando el Rococó a las zonas rurales para introducir en la ciudad la producción artística “culta” como es el caso del Camarín de la Virgen de los Desamparados.

Portada de la Iglesia de San Juan del Mercado

Portada lateral de la Iglesiafterer de San Juan del Mercado, de los Santos Juanes. Es un acceso característico, aplicado en el siglo XVII a un edificio gótico al que se revestía según el gusto barroco. Tras sufrir dos grandes incendios, se le añadió una cabecera barroca hasta que, después de 1653, todo el templo fue reformado tanto en el interior como en el exterior. Los pedestales están dispuestos diagonalmente a la fachada, mientras que el frontón decorado de roleos, macollas y pomos en la escultura central de la virgen. El final de la decoración culmina en el interior, con la bóveda pintada al fresco por Antonio Palomino en 1703.

Introducción al Renacimiento y Barroco

El Renacimiento hace referencia a un gran movimiento cultural y artístico que se originó en Europa Occidental durante los siglos XV-XVI. Está caracterizado por ser un periodo intermedio entre la Edad Media y la Edad Moderna, y cuyos máximo baluartes se encontrarían en las artes. Sin embargo, también se producirían importantes avances en los campos de las ciencias naturales y humanas. Este movimiento nacería en la ciudad italiana de Florencia y se expandiría posteriormente por toda Europa, marcado un antes y un después en el devenir del hombre.

El Renacimiento surgiría gracias a la divulgación de una serie de ideas las cuales establecerían una nueva concepción del hombre y el mundo que lo rodea. De esta manera, se iniciaría una nueva etapa en la vida de los europeos que recibiría el nombre de humanismo. Con el humanismo, el ser humano se revalorizaría a sí mismo, destacando su inteligencia, su creación artística, su libertad, que estaría inspirada en la civilización clásica, permitiendo al mundo adquirir una nueva fisonomía distinta a la de su época antecesora.

El término“renacimiento” se utilizaría para identificar ciertas características o elementos pertenecientes a la cultura clásica griega y latina. Se aboga así por una ampliación de los horizontes históricos y geográficos, una vuelta a los antiguos valores de la cultura grecolatina y a la libre contemplación de la naturaleza, trassiglos de una mentalidad fuertemente dogmática, rígida y cerrada como lo fue la Europa del periodo medieval.

En definitiva, esta nueva etapa se caracterizaría por una nueva forma de ver y entender al hombre en su medio, que afectaría lo campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias, sustituyendo el pensamiento teocéntrico del mundo por uno mucho más antropocéntrico, en donde el ser humano sería el protagonista principal de su propio destino.

Por otra parte, el Barroco fue una corriente artística, cultural e ideológica que se manifestaría no solo en la arquitectura, escultura o pintura de la Europa Occidental, sino que también se manifestaría en la literatura, danza, música, teatro y otras artes de variada naturaleza. El estilo barroco nacería en Roma durante el último tercio del siglo XVI y llegaría a perdurar hasta mediados del siglo XVIII.

En un comienzo, el Barroco conservaba las antiguas formas propias del Renacimiento formas que fueron modificadas haciéndolas más  flexibles y con características propias que le diferenciaron del equilibrio renacentista y del clasicismo de antaño. El Barroco no fue solo un arte dedicado exclusivamente al ámbito religioso, sino que también tuvo un corriente secular muy destacada e importante.

Durante los siglos XVI y XVII se produciría el fortalecimiento y afianzamiento de las monarquías europeas, para quienes  el barroco  satisfacería  todas las necesidades de lujo y riqueza, que estas promovían y  que se caracterizaba por el espectáculo y la creencia de que el “poder solo se podría realzar si se manifestaba por un brillo fastuoso.

Juan Bautista Viñes

Fué un gran difusor de las formas barrocas en Valencia. Arquitecto valenciano que vivió entre los siglos XVII y XVIII, fué discipulo de Juan Pérez Castiel quien le inculcó la estética barroca. Su principal obra es la torre de la Iglesia Parroquial de Santa Catalina en Valencia. También realizó la portada de la Iglesia parroquial de Vinaroz y trabajó en la ampliación de la Iglesia Arciprestal de Santa Maria en Vinaroz.

Características y evolución artística

El elemento definitorio del barroco español es el profundo realismo. Su plástica es teatral y majestuosa, a la par que didáctica, y permitía a los fieles experimentar la sensación de que, al participar en el culto, participaban también de la divinidad. En España, donde prima por en cima de todo la temática religiosa, se hará de la escultura y en general del arte, un vehículo para unificar la doctrina cristiana. En Valencia, la escultura recibe las influencias de Italia, al igual que la arquitectura, y se desarrolla en fachadas, retablos, estatuaria y monumentos públicos de carácter diverso.

De las características generales de la escultura, destacan el naturalismo, representando las imágenes de forma realista en contraposición al idealismo del periodo estilístico anterior, y dotándolas de gran expresividad, particularmente en los rostros y gestos; y los esquemas compositivos, dando especial importancia al movimiento para conseguir el mayor dinamismo posible, con lo que se evitan las simetrías y se utilizan conceptos como la línea helicoidal para aportar tensión y suavidad a las formas. Todo ello unido a la progresiva unifacialidad de las esculturas que poco a poco se van alejando del manierismo (multifacialidad o varios puntos de vista), posibilita integrar la escultura junto a la pintura y arquitectura en un solo conjunto teatral, siendo ejemplo de ello los retablos o la ornamentación de edificios anteriores al periodo barroco. Hasta tal punto llega esta integración, que muchas de las obras del barroco pierden su valor si se separan del lugar para el que fueron concebidas.

En la Valencia barroca encontramos una abundante producción en escultura, siendo las tipologías más abundantes la retablística y la imaginería a lo largo de los siglos XVI y XVII. Será en el Barroco Tardío, en la segunda mitad del siglo XVII, cuando comience la rica producción escultórica del barroco perfectamente conectada con las novedades europeas, pasando por los retablos e imaginaria policromada hasta la ornamentación mediante escayola y piedra, y la escultura pública.

La escultura valenciana del siglo XVII es escasa, ya sea por las continuas destrucciones y saqueos que durante la Guerra Civil española sufrió la ciudad, o por la falta de documentación, de tal manera que a día de hoy se siguen relacionando obras desaparecidas, halladas o de autoría desconocida con diversos artistas. Cabe añadir que la tipología escultórica más afectada fueron los retablos, habiendo desaparecido gran parte de estos. Sea como sea, en este primer periodo de crisis que atraviesa la ciudad de Valencia la escultura barroca no dio muchos artistas reconocidos. Es más, se podría considerar a la escultura de la primera mitad de siglo XVII en Valencia como un arte en decadencia, hasta el punto de que hasta el último tercio del siglo XVII no volvería a erigirse en la ciudad ninguna otra estatua monumental pública, período de tiempo que coincide con la crisis económica y social que sucedió a la expulsión de los moriscos en 1609.

En este primer periodo de la primera mitad del siglo XVII, es con el escultor Gregorio Fernández, de la escuela castellana de escultura, que seguimos el rastro de la escultura barroca en Valencia. Las pocas manifestaciones de su obra en Valencia, así como la de sus aprendices, como es el caso del escultor Juan Muñoz, apuntan a un arte fuertemente influenciado por los escultores italianos. De este periodo, también destacan como grandes retablistas e imagineros Tomás Sanchis y Juan Miguel Orliens, quienes completaron la transición del Manierismo italiano al Barroco y ayudaron a introducir, junto a otros escultores extranjeros de renombre como Nicolás de Bussy o Konrad Rudolf, las nuevas influencias barrocas europeas en Valencia. Hasta las ultimas décadas del siglo XVII llega este periodo de desprendimiento de los cánones renacentistas en Valencia, en pos de un estilo propiamente barroco, siendo sus principales influencias el ya consabido estilo Italiano y el Francés, así como en todo momento la escuela Castellana.

A partir de este momento la escultura se impondrá sobre la pintura en la decoración de Iglesias. Esto supone una transformación en la tipología de los retablos, que pasaron de ser creaciones a medio camino entre la pintura y la escultura, a ser auténticos conglomerados arquitectónicos y escultóricos de influencia churrigueresca. Entre los conservados, merece citarse el retablo mayor de la iglesia de San Lorenzo, realizado por Leonardo Julio Capuz en 1683, que es una de las manifestaciones más barrocas que pueden contemplarse en la ciudad de Valencia. Por otro lado destaca la afluencia de artistas europeos a Valencia, particularmente la llegada de escultores genoveses entre los que están Daniello Solaro y Giacomo Antonio Ponsonelli, quienes dejaron su huella en la ciudad. Cabe mencionar también el renacimiento de las arquitecturas efímeras y escultura pública: arcos triunfales, estatuaria, altares y carrozas procesionales fueron las manifestaciones más comunes.

Sin embargo, en este periodo no hay mayor acontecimiento que la aparición de dinastías de artistas, que terminan por definir la escultura barroca de Valencia: los Capuz, los Vergara y los Esteve. Cronológicamente, el primero en destacar es Leonardo Julio capuz (1660-1731) , hijo del escultor genovés Julio Capuz, discípulo de José de Churriguera y uno de los escultores más afamados de Valencia. Entre sus obras destacan el retrato busto de Felipe V y el retablo mayor de la Iglesia de San Lorenzo. Su hermano Raimundo Capuz También fue un escultor importante en Madrid.

Por otro lado esta Ignacio Vergara Gimeno (1715-1776), quien es considerado como uno de los mejores escultores de la historia de Valencia. Junto con su hermano José Vergara, intervino en la fundación de la Academia de Santa Bárbara, que más tarde seria la Real Academia de Bellas artes de san Carlos de Valencia. Este hecho es transcendental en la Velencia barroca, ya que marca la línea estilística que irán adoptando todos los escultores de la ciudad: el Academicismo. De entre estos escultores, el más destacado será José Esteve Bonet (1741-1802) que fue aprendiz de Ignacio Vergara, y uno de los primeros en introducir las tendencias Clasicistas, considerándosele como uno de los precursores del Neoclasicismo en la ciudad, no obstante su obra continúa dentro de los márgenes del Barroco. Señalar que fueron los artistas vinculados a la Academia de las Bellas Artes de San Carlos quienes se fijaron en las influencias italianas y sobretodo francesas del barroco clasicista que ya empezaba a dejar atrás al Rococó