Iglesia de la Santa Cruz o Antiguo Convento del Carmen. Segundo claustro.

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El segundo Claustro de la Iglesia se construyó en el siglo XVI y fue diseñado en base al movimiento renacentista por lo que se le conoce como “claustro renacentista”.

El claustro consta de amplios lados y planta cuadrada, aunque ligeramente irregular, se compone de dos cuerpos: el inferior con ocho arcos sobre columnas en cada panda y el superior con dieciséis arquillos de menor tamaño.

Catedral de Valencia.

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La catedral de Valencia se desarrolló en diversos siglos, recibiendo influencias de varios estilos; gótica, románica, renacentista y barroco.

En el período del Renacimiento destacan dos obras principales: las pinturas del retablo mayor, de Fernando de los Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina; y la Obra nova, una tribuna de tres pisos de estilo renacentista y que conecta la catedral con la basílica de la Virgen de los Desamparados.

La Obra Nova es una galería renacentista construida en 1566 por el arquitecto Miquel Porcar y destacan en ella las arcadas abiertas en sus dos pisos superiores. El piso inferior presenta arcos ciegos separados por pilastras. El primer piso contiene una arcada abierta cuyos vanos se separan por pilastras jónicas, mientras que el segundo se conforma por medio de una arcada soportada por cortas y estrechas columnas jónicas.

Esta tribuna era para contemplar los espectáculos públicos de la plaza como procesiones o ejecuciones públicas. Esto último es algo realmente macabro. Hoy nos preguntamos cómo podía la gente asistir con ilusión a contemplar la ejecución pública de un individuo.

Características y evolución artística

El Renacimiento supone un nuevo orden cultural y artístico en la Europa de los siglos XV y XVI, e históricamente una transición entre la Edad Media y la Edad Moderna. No obstante, su evolución y características dependieron de las circunstancias del lugar: es el caso de España donde el auge del cristianismo, así como sus circunstancias económicas y sociales, impiden que durante el siglo XV arraigue el fenómeno Renacentista. Más concretamente, en Valencia, donde las circunstancias no eran tan desfavorables, la continuidad y dominio del gótico a lo largo del Quattrocento resulta más que evidente.

Es ya a finales del siglo XV cuando las tendencias italianas del mundo clásico empiezan a llegar a la capital del Reino de valencia, principalmente en el aspecto pictórico, que mantendría su auge a lo largo del siglo XVI en detrimento de la escultura. Estas influencias llegan en forma de artistas y obras importadas, y poco a poco sientan las bases del canon renacentista. Por tanto la escultura renacentista de concepción clásica, la inspirada en la imaginería italiana y en el retorno a las formas clásicas de la Antigüedad en la búsqueda de la belleza formal, no se introdujo en España ni con rapidez ni con facilidad.

La escultura de Valencia en todos sus ordenes es escasa a lo largo de estos siglos, y escasos son también los autores documentados que en su mayoría quedan en el anonimato, principalmente por dos motivos: en primer lugar, es al final del período gótico cuando la escultura se va independizando progresivamente del marco arquitectónico al que tradicionalmente había estado vinculada, y cuando las figuras de bulto adquieren categoría de estatua, hasta entonces relegadas a un ámbito ascético y religioso. Así, la escultura de la ciudad de Valencia se inicia con la obra de artesanos pertenecientes a los gremios, las agrupaciones por oficios nacidas en el seno de las ciudades de la baja Edad Media con el objeto de controlar el aprendizaje y el ejercicio profesional y de proteger a sus miembros. Uno de los más famoso de la ciudad será el Gremio de carpinteros de Valencia, que tendrá un gran auge a partir del siglo XVII. Paralelamente hay un surgimiento de la escultura monumental, una escultura innovadora en la ciudad de Valencia por ser de carácter público y romper, al menos temporalmente,ese vínculo a lo religioso. Estas suelen ser cruces como emblemas sacros del Cristianismo, que ya venían realizándose desde el siglo XIV, imágenes escultóricas de ángeles en distintos tipos de portadas, ya sea en madera o piedra, e incluso puentes. Sin embargo el siglo XVI transcurriría sin que se erigiera ninguna otra escultura monumental en la ciudad hasta el último tercio del siglo. Hay diversas las razones para esto: el fin de las Germanías y triunfo de la nobleza además de una fuerte centralización relegaron la importancia del consejo municipal a un segundo lugar; el movimiento contrarreformista que también acabaría plasmándose en las artes; y finalmente dos hechos de transcendencia artística que determinan la escasa importancia de la escultura valenciana del periodo: por un lado, la preferencia de la aristocracia por las obras de importación, por otro, el hecho de que Damián Forment, el único escultor relevante del pleno Renacimiento, enfrentado a los gremios de la ciudad, ejerció su actividad en tierras de Aragón.

Precisamente fue en Castilla y Aragón donde la escultura renacentista adquirió mayor protagonismo: en núcleos como Valladolid, Madrid, Zaragoza, Ávila o incluso Sevilla y Barcelona, la plástica renacentista tendría un gran aceptación y con ello, el surgimiento de escultores españoles como Bartolomé Ordoñez, Gabriel Yoli, Felipe Vigarny o Vasco de la Zarza, siendo las producciones más habituales los retablos, la imaginería de madera policromada, los relieves y la ornamentación renacentista de edificios góticos, como es el caso del estilo Plateresco. Por el contrario, en Valencia todos estas tipologías se manifestaron de forma muy tímida. Quizás el retablo sea la categoría predominante, permaneciendo todavía fieles a la tradición gótica donde predomina la pintura.

Destacan ciertas obras de importación, sobre todo las enfocadas a un estilo más cortesano, mitológico, y obras de artistas de renombre no valencianos, como la Resurrección de la Capilla de Trasaltar de Bartolomé Ordoñez. Cabe mencionar que el artista valenciano Damián Forment tuvo una una importancia capital en el desarrollo del Renacimiento en Aragón.

Introducción a la Arquitectura barroca.

El Barroco llegó a Valencia en el siglo XVII como al resto del país y se trata de un movimiento artístico marcado por el influjo del Herrerianismo del escorial y la severidad localizada en los edificios religiosos, incorporando poco a poco un barroco eclesiástico y monárquico. Así lo vemos en los monasterios de San Miguel y de los Reyes.

A fines de siglo, la influencia ornamental presiona a mecenas y artistas, de modo que comienza una etapa de revestimiento de edificios góticos a veces completada con bóvedas al fresco que ayudan a la fantasía visual creada por la conjunción de todas las artes. Tal es el caso de la Iglesia de los Santos Juanes o de San Juan del Mercado. Artistas como Juan Bautista Viñes, Pérez Castiel y Juan Bautista Mínguez, que trabajan especialmente en las nuevas “Capillas de la Comunión”, como vemos en la de la Iglesia de San Nicolás o en el remate y ornamentación de las antiguas torres, campanarios góticos que, incluso se sustituyen por nuevos como el caso de la Torre de Santa Catalina.

El siglo XVIII con la llegada de la dinastía borbónica, introduce las formas propias del Rococó, que se traducen en los interiores religiosos con profusión de guirnaldas, estucos y yesos dorados creando un estilo muy colorido, a los que se le añade la azulejería de Manises, de gran tradición en Valencia desde la época medieval. Esta simbiosis artística la podemos encontrar en la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar. Por otro lado, el edificio señero de esta nueva arquitectura de influencia francesa la tiene en el Palacio del Marqués de Dos Aguas.

Pero a mediados del siglo XVIII el barroco se sigue viendo en la fachada principal de la Catedral relegando el Rococó a las zonas rurales para introducir en la ciudad la producción artística “culta” como es el caso del Camarín de la Virgen de los Desamparados.

Hipólito Rovira Mari

Era hijo del escultor Vicente Rovira y de su segunda esposa María Martí, y fue bautizado en la parroquia de San Esteban el 15 de agosto de 1695.

Rovira tuvo una temprana afición al dibujo y al grabado, animada y supervisada por Evaristo Muñoz Estarlich y por el grabador Juan Bautista Ravanals. Esta precocidad artística se refleja en un grabado aparecido en la obra Las tres púrpuras de Alzira. Bernardo, María y Gracia (escrita por el canónigo de la catedral de Valencia Jaume Cervera e impresa en 1707 en los talleres de Jaume Bordázar). Otra obra, más trabajada, fue el grabado para ilustrar el primer volumen del Museo Pictórico de Antonio Palomino. En 1716 grabó el retrato del venerable dominico fray Domingo Anadon para la vida escrita por el padre Serafín Tomás Miguel. Posteriormente grabaría la cabecera de las Patentes de sanidad de Valencia, encargo del Ayuntamiento de la ciudad, y también se encargaría de dos estampas con motivo de la canonización de Francisco de Regis. Hipólito Rovira también realiza retratos: del Marqués de Dos Aguas (su protector), del arzobispo Company (según un dibujo de J. Camarón), del duque de Alcudia y de Hugo de Moncada, general de las galeras valencianas (según un dibujo de J. Carmona).

Como muchos de los artistas de la época, viaja a Italia para formarse hacia 1720. Allí entra en contacto con Corrado Giaquinto y Sebastiano Conca. En Roma gozó de la protección del padre Vicente Ripoll, general de la orden dominica, dedicándose a copiar los frescos de Annibale Carracci del Palacio Farnese (según testimonian Orellana y Ceán).

Después de que su salud física y mental se resintiera, volvió a Valencia, donde pintó la cúpula de la capilla de san Luis Bertrán del convento de Santo Domingo. En 1736 recibe un pago por la limpieza de las mesas del altar mayor de la catedral de Valencia, para la que también pintó dos cuadros: La conversación de San Pablo y Santiago Matamoros. Para el monasterio de Zaidia pintó un Nacimiento del Niño Dios y una Virgen del Rosario. En la casa de Ignacio Vergara había otras pinturas suyas, como un Sacrificio de Isaac, según indica Orellana.

Su protector, Ginés Rabassa de Perellós, nombrado marqués por el rey Carlos II, tenía alojado a Hipólito en el palacio de los antiguos barones de Dos Aguas, y a él se debe el encargo para la nueva portada del palacio, ideada por Rovira y ejecutada por Ignacio Vergara y Luis Domingo a partir de 1740. Del mismo modo, también se encargó de diseñar una carroza para el marqués (la Carroza de las Ninfas, conservada en el palacio) que igualmente esculpió Vergara.

El empeoramiento de la salud mental de Hipólito Rovira provocó su traslado a la Misericordia y después al Hospital General de Valencia, donde moriría el 7 de mayo de 1765.

Aparte de sus facetas como pintor y grabador, Rovira destacó por sus dotes para el dibujo. Se conservan ejemplares que muestran sus aptitudes en el Museo de Bellas Artes de Valencia, diversas academias de desnudos, temas religiosos como La Inmaculada, San Antonio Abad o La muerte de la Virgen, además de una figura de un pastor (firmado el 11 de marzo de 1757) y dos dibujos curiosos que representan esqueletos, que guardarían relación con otro dibujo parecido que guarda el Museo del Prado.

Virgen con el niño y San Juanito

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Llegado a Valencia en el séquito del cardenal Rodrigo de Borja junto con el napolitano Francesco Pagano, Paolo de San Leocadio introdujo las novedades del quattrocento italiano que después repercutirían en otros pintores como los Osona, Falcó o Macip.

La composición piramidal y los gestos y miradas de las figuras revelan ecos leonardescos asimilados a través de los Hernandos. Esta pintura de carácter privado y devocional, encargo quizá de doña María Enríquez, ha sido relacionada con una tabla citada en la sacristía de la colegiata de Gandia. Existe también una composición muy similar a ésta, firmada por el pintor, en colección particular.

.Se trata de una pintura en la que, lo que se irá configurando en Italia como estilos leonardesco y rafaelesco, se unen con gran armonía.

Virgen de la Fiebres

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Espléndida pintura de Bernardino di Benedetto di Biagio, «Il Pinturicchio», que testimonia los vínculos existentes entre Valencia y Roma a finales del siglo XV gracias al mecenazgo de la familia Borja.

Su comitente, don Francisco de Borja, desempeñó cargos importantes en la Corte Pontificia en tiempos de su pariente Alejandro VI. La mitra que aparece a sus pies alude a su condición de obispo de Teano. La obra procedía de su capilla votiva dedicada a la Virgen de las Fiebres en la colegiata de Xàtiva, pasando en el siglo XIX a la Academia de San Carlos por donación del académico don Francisco Llácer. Destaca el magnífico retrato de perfil del prelado, de influencia flamenca, así como la belleza idealizada de los personajes sagrados.

La Virgen, representada como Mater Sapientae, enseña a leer a su Hijo, vestido con indumentaria all’antica. Esta obra tuvo una fuerte repercusión en el medio valenciano de su tiempo.

Retrato del padre Jerónimo Mos

jeroni_jacint_espinosa_el_dominic_fra_jeroni_mos_1627Esta obra maestra es de los primeros años del pintor Jerónimo Jacinto Espinosa donde demuestra sus dotes para el retrato. Capta al padre Jerónimo Mos, que aparece sentado con hábito dominico junto a un bufete con un magnífico fragmento de naturaleza muerta con tintero, libro y reloj. La obra se caracteriza por ser de una naturalidad muy intensa y con una gama de color que porcedían de Ribalta.

El retratado desempeñó importantes cargos dentro de la orden de dominicos y aparece efigiado hacia 1628, año en que se fecha la dedicatoria. En el ángulo inferior izquierdo aparece la firma de Espinosa estampada sobre un papel doblado.

Francisco Ribalta

Bautizado el 2 de junio de 1565 en Solsona (Lérida), su familia se trasladó hacia 1572 a Barcelona, donde su padre ejerció el oficio de sastre. Allí hubo de iniciar su formación como pintor hasta 1581.hacia esta fecha debió de trasladarse a Madrid pues su primera obra conocida, los Preparativos para la crucifixión del Museo del Ermitage de San Petersburgo, aparecen firmados y fechados en Madrid en el año 1582. También estaría presente con sus trabajos en Algemesí y en Valencia. En esta última ciudad desde 1599 a 1617, donde crearía su “Última Cena” o “Institución de la Eucaristía”,  o el óleo sobre lienzo adherido a tabla del Colegio del Patriarca (retablo mayor). Centrada en el instante de la consagración, la Cena de Ribalta guarda según Antonio Palomino estrecha relación con la pintada por Vicente Carducho para las Carboneras de Madrid.

Es probable que la elección de Valencia como destino se debiese a su amistad con Lope de Vega, secretario personal del marqués de Malpica que, a su vez, era cuñado del arzobispo Juan de Ribera, conocido por sus demandas artísticas y a la sazón ocupado en la decoración de su Colegio del Corpus Christi. Al menos desde el mes de febrero de 1599 Ribalta se encontraba ya en Valencia donde, hombre piadoso según los testimonios de quienes le conocieron, se inscribió en la cofradía de la Virgen de los Desamparados. Inmediatamente después de su llegada a la ciudad gozó de la protección del arzobispo, para quien pintó algunos retratos, de los que se conservan en el Colegio del Patriarca los de Sor Margarita Agulló y el Hermano Francisco del Niño Jesús, tomados de los retratos que les hiciera Juan Sariñena puesto que él no llegó a conocer a los retratados.

Ignacio Vergara Gimeno

Ignacio Vergara Gimeno (Valencia, 1715 – 13 de abril 1776) fue un escultor español, de estilo tardobarroco, que realizó su aprendizaje en el taller de su padre, el escultor Francisco Vergara el mayor.

Fue fundador y director general de la Academia de Santa Bárbara, posteriormente Real Academia de San Carlos y Escuela de las Nobles Artes en Valencia; y académico de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Su obra más importante es la portada del Palacio del Marqués de Dos Aguas (1744) en Valencia, cuya traza arquitectónica es de Hipólito Rovira. Otras, todas ellas en piedra, son el grupo escultórico Ángeles venerando a María de la portada de la Catedral de Valencia, las imágenes de la iglesia de las Escuelas Pías (San Joaquín, San José y el Niño y Santa Ana y la Virgen en el exterior y los cuatro evangelistas sobre el altar mayor), la imagen de San Antonio Abad de la portada de la Iglesia de San Martín y San Antonio y la imagen de San Bruno de la capilla de la Universidad de Valencia. Como imaginero en madera, destacó en la Virgen de Portacoeli de la catedral de Valencia, la de San Pedro Alcántara en el convento de San Pascual de Villarreal y las tallas de San Jerónimo y San Francisco adorando al Crucifijo.

En todas ellas se identifica con el barroco final, a veces clasificado como rococó. De fecha más tardía es la Alegoría de Carlos III acompañado de la Justicia y la Prudencia en el Palacio de Justicia de Valencia, que muestra un estilo ya más cercano al neoclasicismo.